Sobre lo que en Praga sucediera allí quedará, ya que el secreto profesional en el ambito del blogging no me permite relatar las orgías y juergas que nos corrimos el tío Fede y yo por tierras checas. Sólo decir, que dentro de un año la mitad de la población recien nacida tendrán claros rasgos latinos, concretamente canarios. Tembló la ciudad cuando el canario predilecto de el norte europeo desenfundó su cámara, con ese objetivo de 20 centímetros. Si queréis más datos sobre el viaje, los tenéis en su blog (Distorsiones).
Después de la partida de mi querido tío no sanguineo, pasé un día más en Praga, buscando conseguir aquello que sólo él había conseguido en semejante entorno hostil fémino. Pero no hubo suerte, y con mi resignación habitual partí con calma y reflexión metafísica hacia Budapest.
Llegué a la ciudad, que me sorprendió enseguida. Que pasada, tenéis que verla. Pero dejemonos de tonterías que sólo queréis carnaza. Pues la váis a tener. Llego a Budapest, llego a mi hostal, me quito la mochila y un mensaje en mi móvil. Sí, la finlandesa: "Hola qué tal?, acabo de llegar a Budapest es una ciudad muy bonita". Claro, yo ya pensaba que esta tipa me quería calentar hasta que se fundiera con azufre mi hipotálamo. Así que le dije ( sms-ee= esemeseé= enviar un sms), que yo también estaba ahí que si quería al día siguiente quedábamos.
Esa noche conocí a un tipo californiano, que debería rozar los 30, por arriba. Un cínico, pseudo-intelectual con ligero rasgo de "toca-pelotas", supe que me caería bien. Pues quedo al día siguiente con esta chica y nos encontramos con un tipete que había venido conmigo en el tren el día anterior, buen chaval. Y en nuestra exploración por aquella maravillosa ciudad, nos encontramos a una tipa de California ( sí, son una plaga). La tipa estaba francamente buena, luego al hablar con ella te dabas cuenta de que le faltaban un par de primaveras, pero bueno. La finlandesa me dijo que estaba muy mal en su hostal, yo le dije que el mío molaba mil, era un piso en medio del centro de Budapest, muy lugareño. Así que se vino a verlo, le gustó y dijo que al día siguiente se venía. Claro, a mi los ojos ya me daban vueltas en plan esquizofrénico-oligofrénico. Pero no adelantemos acontecimientos. Seguimos el día, fui a cenar con los de mi hostal, un par de canadienses tremendas, que le empezé a tirar los trastos hasta que me dijo: tengo 26. Claro, ya empezaba a mosquearme eso de que todas tuvieran más de 25. En fin, para variar, de vuelta a casa sólo y sin cenar. Y todas las cachondas de turno durmiendo a 5 metros de mi. Que duras son las pruebas que nos pone el señor, pero bueno al día siguiente la finlandesa venía a dormir. Había quedado con ella para ir a los baños turcos. Me estaba preparando y tal, y ella vendrí al hostal a dejar sus cosas, y luego de ahí nos ibamos. Le tocó la cama al lado de la mía ( Satanás le encanta probarnos). Pues nos disponíamos a salir, y el californiano, me dejo entrever, con ojillos de déjame ir con vosotros, que de hecho quería venir. Así que le dije que se viniese. Total, que allí estábamos los dos y la reina. El día se pasó fugazmente, cada uno a su plan. Allí encontramos a las canadienses y al americano que les acompañaba, que me dio mucha envidia hasta que me di cuenta de que era gay, y además tenía novio. Pasa el día, cenamos, vamos a casa. Y todo el mundo se duerme. Qué jodido es el mundo, pero bueno, me dijo la finlandesa que al día siguiente se venía a Viena conmigo; y el californiano también. En fin.
Después de la partida de mi querido tío no sanguineo, pasé un día más en Praga, buscando conseguir aquello que sólo él había conseguido en semejante entorno hostil fémino. Pero no hubo suerte, y con mi resignación habitual partí con calma y reflexión metafísica hacia Budapest.
Llegué a la ciudad, que me sorprendió enseguida. Que pasada, tenéis que verla. Pero dejemonos de tonterías que sólo queréis carnaza. Pues la váis a tener. Llego a Budapest, llego a mi hostal, me quito la mochila y un mensaje en mi móvil. Sí, la finlandesa: "Hola qué tal?, acabo de llegar a Budapest es una ciudad muy bonita". Claro, yo ya pensaba que esta tipa me quería calentar hasta que se fundiera con azufre mi hipotálamo. Así que le dije ( sms-ee= esemeseé= enviar un sms), que yo también estaba ahí que si quería al día siguiente quedábamos.
Esa noche conocí a un tipo californiano, que debería rozar los 30, por arriba. Un cínico, pseudo-intelectual con ligero rasgo de "toca-pelotas", supe que me caería bien. Pues quedo al día siguiente con esta chica y nos encontramos con un tipete que había venido conmigo en el tren el día anterior, buen chaval. Y en nuestra exploración por aquella maravillosa ciudad, nos encontramos a una tipa de California ( sí, son una plaga). La tipa estaba francamente buena, luego al hablar con ella te dabas cuenta de que le faltaban un par de primaveras, pero bueno. La finlandesa me dijo que estaba muy mal en su hostal, yo le dije que el mío molaba mil, era un piso en medio del centro de Budapest, muy lugareño. Así que se vino a verlo, le gustó y dijo que al día siguiente se venía. Claro, a mi los ojos ya me daban vueltas en plan esquizofrénico-oligofrénico. Pero no adelantemos acontecimientos. Seguimos el día, fui a cenar con los de mi hostal, un par de canadienses tremendas, que le empezé a tirar los trastos hasta que me dijo: tengo 26. Claro, ya empezaba a mosquearme eso de que todas tuvieran más de 25. En fin, para variar, de vuelta a casa sólo y sin cenar. Y todas las cachondas de turno durmiendo a 5 metros de mi. Que duras son las pruebas que nos pone el señor, pero bueno al día siguiente la finlandesa venía a dormir. Había quedado con ella para ir a los baños turcos. Me estaba preparando y tal, y ella vendrí al hostal a dejar sus cosas, y luego de ahí nos ibamos. Le tocó la cama al lado de la mía ( Satanás le encanta probarnos). Pues nos disponíamos a salir, y el californiano, me dejo entrever, con ojillos de déjame ir con vosotros, que de hecho quería venir. Así que le dije que se viniese. Total, que allí estábamos los dos y la reina. El día se pasó fugazmente, cada uno a su plan. Allí encontramos a las canadienses y al americano que les acompañaba, que me dio mucha envidia hasta que me di cuenta de que era gay, y además tenía novio. Pasa el día, cenamos, vamos a casa. Y todo el mundo se duerme. Qué jodido es el mundo, pero bueno, me dijo la finlandesa que al día siguiente se venía a Viena conmigo; y el californiano también. En fin.
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