Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de septiembre, 2006
Siempre había pesado sobre mí la injusticia de tener que abrir los ojos antes de que el sol se despertara, y sólo conseguía pensar en que en otros tiempos, sin luz eléctrica, no hubiese sido posible tal madrugón (aunque indefectiblemente pensaba que sin calefacción tampoco sería una buena idea el salir de la cama por mucho sol que hubiese). El siguiente pensamiento que se afianzaba como mi filosofía y crítica a la vida era el por qué yo no era miembro de una familia real, que obviamente, se levantarán a la hora que les plazca. Arrastrando los ojos por el suelo, una de esas mañanas, fui sobrellevando las horas, y decidí comer en un deli cercano a la oficina que tenían unos arroces chinos bastante sabrosos y, por supuesto, muy poco saludables. Estaba deglutiendo aquella delicia oriental cuando una chica de aspecto más bien desaliñado se sentó a mi lado. No me dijo hola, ni qué tal, ni que aproveche. Pidió lo que quería y a continuación me miró de arriba abajo y mirando al frente me pregu
Siempre he buscado en la mirada de la gente una historia. Soy de esos que piensan que la mejor mirada es la que esconde una historia interesante, un secreto quizá. Nada necesariamente extravagante o grandioso, simplemente una sencilla complicidad con uno mismo. Y fue que el destino me sorprendió en una parada de autobús, casi completamente descolocado y pensando en alguna cosa alejada de mi entorno. Vi ante mi pasar un autobús; y de soslayo, a unos metros, un hombre de tez muy morena y de rasgos claramente arábicos corría por coger el autobús que ya se escapaba. Llegaba a la parada frenando sus pasos y sin demasiada preocupación en su rostro. Miré más directamente al hombre, sin intención de establecer contacto visual, pero cuando giraba mi cabeza me miró y pronunció algo en danés. Algo que, obviamente no entendí, y que supuse que sería alguna forma educada de maldecir su suerte. Como hago siempre en estos casos, sonreí de la forma más anodina que pude. Pero el hombre me dijo algo más
"La mentira era su aliada más poderosa, su decisión su mejor arma". Mierda, vaya primera frase. No, no tenía sentido, tenía que ser algo más contundente, como decía su profesor de piano: La nota más importante es la primera que se da. Con esto, lo mismo. ¿Cómo iba a escribir una novela a este paso?. "El aire olía al azúcar del alcohol y a humo inspirado y expirado varias veces". Vaya cantidad de estupideces podía llegar a decir sólo en una línea. Le dio un manotazo al bolígrafo y después arañó, sin mucho efecto, el folio sobre el que escribía. Mala idea, cogió un pequeño saliente de la mesa y se partió un trozo de la uña. Recordó la frase que su tío Bobby le decía cuando era un adolescente: si piensas que las cosas te van a salir mal, te acabarán saliendo mal. A esta acertada aportación a la filosofía moderna él mismo le había añadido un corolario: si piensas que las cosas te van a salir bien, te acabarán saliendo mal. Conclusión: No pienses, heroína para los se
Rondaba la primavera de 1978. Manhattan era un lugar solitario para quien quería serlo, aunque la gente en esa época del año se mostraba especialmente sociable con ganas de increpar el equilibrio espiritual que había conseguido. Andaba yo por uno de los tugurios que habían hecho del Village lo que era. Pequeño pero rancio, y con un fuerte olor a matarratas. Era como una segunda casa para mi desde que conociese a Dave, el dueño, en un concierto horrible de jazz que habían hecho unos años atrás en Central Park. Le había llamado "Dave's", desde luego no se había matado para ponerle un nombre, pero me parecía bien, con un nombre más pomposo defraudaría al cruzar el umbral. ¿Qué esperas de un sitio que se llame Golden Horse? Pues desde buena cerveza, a camareras dispuestas a venderte una sonrisa por una buena propina, a unas paredes sin mácula. Dave's era eso, el local de Dave. Siempre sospeché que tenía entre manos algún tipo de vida ilegal, porque con las cuatro cerv
Era uno de esos días grandiosos en los que apetece ver llover a través de la ventana. Olía intensamente a tierra mojada y a plantas agradeciendo el agua. Parecía, incluso, patológico ese amor a la soledad de un día gris o la evasión a través del goteo. Era uno de esos días en los que apetecía escribir, así que se sentó delante del ordenador y comenzó lo que sería una historia. Personajes, paisajes, lugares... Se le antojaban muchos pero todos eran copias de otros libros o de películas. No tenía nada de malo pero no era original. Desistió y fue a dar un paseo bajo la lluvia envuelto en su gabán de tres cuartos con capucha. No comprendía como esos nórdicos aborrecían sus días de lluvia que permitían tanto verde, y ansiaban, también patológicamente, las costas de los paises más meridionales. Fue chapoteando entre los charcos durante un rato haciendo recorridos imposibles entre las figuras geométricas que hacían de la acera una red infinita. Andando había recorrido, casi sin darse cuenta,
Cuentos de la naranja roja Estaba sentado en una cafetería, mirando por la ventana preguntándome como un ser humano puede ser un recurso. Cuando se me acerca una muchacha con pinta de estar excesivamente preocupada por las ballenas y el karma. Me dijo: - "He leído ese papel que has tirado a la basura. Escribes tan bien, expresas tus sentimientos de forma única". Lo primero que pensé fue que qué carajo hacía buscando en la basura, pero ese pensamiento lo obvié y articulé en palabra lo que pensé a continuación: - "Los sentimientos son como el culo. Todos tenemos uno. Y odio que me besen los sentimientos."
Cuentos del exilio sentimental Debían ser las doce del mediodía, pasadas, bastante pasadas quizá ya eran las tres. Daba igual, tampoco tenía nada que hacer. Pensaba que veía la hora en el despertador de mi mesilla de noche, no era realmente un pensamiento, es una mezcla entre consciente e inconsciente, es como un sueño pero controlas lo que pasa. Ponía las 10:34 am, sabía que no era probable, pero era una justificación para no abrir los ojos y quedarme más rato inmóvil, pétreo. Empecé a mover la mano derecha hasta que topé con carne. Humana probablemente, parte de un cuerpo. No me sorprendía tanto el hecho de que estuviera ahí, como que estuviera tan frío, no llevaba sábana, había dormido al aire. Abrí los ojos e inspeccioné el cuerpo de mujer que yacía a mi lado. Quise pensar que no sólo había dormido con ella. Seguía sin moverse, seguía fría. Qué mal rollo. Pegé un trago a un vaso que había en el suelo con vino de anoche, y tuve que escupir del asco que me dio el alcohol mezclado co