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Mostrando entradas de noviembre, 2007
No será miedo, pero será ansiedad. El sentir el aliento frío en la cara de lo desconocido. El colapso del concepto de tiempo, en el que los minutos saltan aleatoriamente entre mis dedos que escriben, los recuerdos que asedian, y las esperanzas que escapan. Se me hace pequeño el tiempo, y recuerdo a Sibila, y sus años, tantos como granos de arena que se le concedieron, y de los que olvidó pedir que fueran de juventud. Mis granos de arena, que temo que un día dejen de ser de juventud, y que me atrapen en la telaraña de lo predecible y entrópico. En contraposición, a la angustia de lo inminentemente desconocido. Empezar a añorar, y sentir la falta. Gracias. Los días no se descartan ni se suman, son abejas que ardieron de dulzura o enfurecieron. Neruda
Sentado en la silla de una cafetería cualquiera, veía pasar a la gente por la calle. Deseaba que lloviese o que hiciese mucho aire, o que sucediera algo que hiciera de aquel momento algo de lo que acordarse después, algo que tintara el día de un tono ocre acorde al otoño. Nada ocurrió, como de habitual. Se me apareció ella atravesada en el cristal, entre la gente que pasaba y mis ojos que miraban. Era pura autosugestión por no tener nada en lo que pensar. Tiré de agenda y le envié un mensaje a ella y tres más. Hay que aprovechar las ocurrencias, y siempre hay más probabilidades si hay más intentos. Es de lo poco que me quedó en aquel último año de instituto que nunca llegó a acabar y que se repitió un par de veces antes que desestimara el aprobarlo. Aquel profesor enano y enjuto, que no paraba de repetir, que si tirábamos cuatro veces una moneda teníamos más probabilidades de sacar una cruz, que si la tirábamos una vez, pero las mismas si esperábamos sacar cuatro cruces. Así que desde
Insomnio devengado de los días que llegarán, que serán inmediatos a mi partida. Que serán los portales de mi viaje al otro lado del océano. Del viaje que no es viaje, si no emigración, porque lo dicen las autoridades, porque lo dice el visado, porque pone Residente Temporal en Chile. Porque me muero de miedo. Porque no sé qué voy a encontrar, pero como siempre tengo la dulce sensación narcótica de que allá encontraré a mi ideal de mujer etérea e ilustrada; como si no hubiese aprendido aun que es mentira. Miedo, también, porque no sé qué voy a hacer con mis días, si podré ayudar, si daré la talla, si no me vendré abajo. Se anda cancerando el alma de vacío, ya sin sentimientos, ni ganas de escribir, ni ganas de nada. Sólo un miedo, que ni siquiera es miedo, que es tensión y desconocimiento. Pero nada más. ¿Irá con los años?