Sentado en la silla de una cafetería cualquiera, veía pasar a la gente por la calle.
Deseaba que lloviese o que hiciese mucho aire, o que sucediera algo que hiciera de aquel momento algo de lo que acordarse después, algo que tintara el día de un tono ocre acorde al otoño.
Nada ocurrió, como de habitual. Se me apareció ella atravesada en el cristal, entre la gente que pasaba y mis ojos que miraban. Era pura autosugestión por no tener nada en lo que pensar. Tiré de agenda y le envié un mensaje a ella y tres más. Hay que aprovechar las ocurrencias, y siempre hay más probabilidades si hay más intentos. Es de lo poco que me quedó en aquel último año de instituto que nunca llegó a acabar y que se repitió un par de veces antes que desestimara el aprobarlo. Aquel profesor enano y enjuto, que no paraba de repetir, que si tirábamos cuatro veces una moneda teníamos más probabilidades de sacar una cruz, que si la tirábamos una vez, pero las mismas si esperábamos sacar cuatro cruces. Así que desde aquel momento rehice mi concepción de las esperanzas en monedas y caras (dejé las cruces a otros), e intenté siempre lanzar las monedas varias veces para obtener al menos una cara.
No hubo ninguna contestación. Bueno había un cincuenta por ciento de probabilidad de que no me contestara ninguna; o supongo que por eso nunca aprobé.
Deseaba que lloviese o que hiciese mucho aire, o que sucediera algo que hiciera de aquel momento algo de lo que acordarse después, algo que tintara el día de un tono ocre acorde al otoño.
Nada ocurrió, como de habitual. Se me apareció ella atravesada en el cristal, entre la gente que pasaba y mis ojos que miraban. Era pura autosugestión por no tener nada en lo que pensar. Tiré de agenda y le envié un mensaje a ella y tres más. Hay que aprovechar las ocurrencias, y siempre hay más probabilidades si hay más intentos. Es de lo poco que me quedó en aquel último año de instituto que nunca llegó a acabar y que se repitió un par de veces antes que desestimara el aprobarlo. Aquel profesor enano y enjuto, que no paraba de repetir, que si tirábamos cuatro veces una moneda teníamos más probabilidades de sacar una cruz, que si la tirábamos una vez, pero las mismas si esperábamos sacar cuatro cruces. Así que desde aquel momento rehice mi concepción de las esperanzas en monedas y caras (dejé las cruces a otros), e intenté siempre lanzar las monedas varias veces para obtener al menos una cara.
No hubo ninguna contestación. Bueno había un cincuenta por ciento de probabilidad de que no me contestara ninguna; o supongo que por eso nunca aprobé.
Comentarios
Un placer, como siempre, volver a leerte.
"Se me apareció ella atravesada en el cristal"
Voy a citarte las veces que sean necesarias a ver si espabilás...
Muá!
La verdad es que del instituto todos recordamos momentos frikis. Recuerdo un profesor que abrió un diccionario y dijo que nos iba a preguntar deficiniciones de cosas que todos conocíamos para ver si decíamos lo mismo que el diccionario. La primera palabra a definir fue "moda". Lo mejor que supimos decir fue "Moda es ir a la moda" quede ahí eso.