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Variadillo

Parece que la conspiración mundial para subirme la moral por momentos sigue su curso. Después de mi ingreso por minutos en el sano placer de sentirse atrayente ( que no atractivo), mis devaneos con la fama y gloria se centran en el ciberespacio. Por pura casualidad me ha dado por ver la estadísticas, ¿ qué pobre infeliz tiene tanto tiempo para perder como para poner a leer las estupideces vacias de contenido que escribo aquí? Pues parece que hay más de uno, y lo más sorprendente es la duración. Según la estadísiticas, que personalmente creo que en un momento perdieron el norte, ha habido más de una persona que ha pasado en mi página 20 minutos, es más hay una persona que estuvo 89 minutos. Vamos, por favor, ¿89 minutos?, no es que no haya cosas que leer, llevo mucho tiempo. Pero es que hasta yo me aburriría de estar hora y media leyendo las chorradas que me da por poner. En serio, que alguien necesita amigos, novia o un psiquiatra de urgencia.
Bueno sé que esperabáis algo de mi viaje, así que os dejaré con un cachito.
Mi viaje por Europa comenzó cuando el 6 de Julio dejaba a Fernando, que me había acogido por una noche, y tomaba un tren con destino Hamburgo. De hecho, fueron tres trenes pero bueno, obviemos momentos de desesperación y cansancio; pasemos a la acción. Llegué a Hamburgo y me estaba esperando una amiga, que me iba a enseñar la ciudad. Fue muy amable, y me consiguió una bici de una amiga suya. Así que estuvimos todo el día dando vueltas por la ciudad, con el correspondiente dolor de nalgas y muslos, que desconocería su potencial hasta la noche. Comimos en la Mensa de su facultad, comer bien y barato, mola... id a la mensa chicos. Vimos muchas cosas, que no me acuerdo demasiado, pero que estaban chulas. Dormí esa noche en una pensión. Al tumbarme en la cama noté como empezaban a hacerme cosquillas las piernas, los muslos me estaban bailando salsa y luchaban por desgarrar la piel e irse a secundar sus pasiones vete a saber dónde. El asunto es que no paró cuando me tumbé, es más, incrementó. Así que estuve durmiendo en una habitación de una pensión, con un dolor de piernas que me hacía encogerme en una bola; con una extraña sábana que solo cubría la mitad del colchón y con una almohada que no sabía si tenía funda o no. Curiosamente al día siguiente me levanté como una rosita. Pero claro, me existencia, como ya sabéis, no concibe el estado de "no problemas", y la noche anterior me llamo mi amiga diciendome que me había olvidado en su residencia la reserva del tren, y que bueno me la traería al hotel por a las 10 de la mañana. A las 9 y media yo ya estaba desayunado y preparando la maleta, no me duché porque no quería que me llamara cuando estuviese en la ducha y perdiera la reserva. 10... y cuarto... y media... casi las once, mi tren sale a las 11 y media, pues nada me voy sin reserva. Llama mi amiga, se ha dormido, me la traerá a la estación. Bueno todo resuelto, llega a tiempo. Bajo y encuentro a una rubia muy guapa con una mochila como la mía, y un billete en la mano. Me sonríe, se acerca y me dice ¿tú también estás de interrail?
To be continued...

Comentarios

sulaco ha dicho que…
Por fin llega la carnaza.
Anónimo ha dicho que…
holaaa!! te mando besitos desde brighton para que sepa que me acuerdo de usted... no es una postal... pero bueno, espero que sirva.. :o)

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