Ir al contenido principal

A Eryk Von Bicken. Insel.

Gante. 1 de Octubre de 1834.

Querido amigo Bicken:

Acudo a ti pese al largo silencio en el que te sumiste hará cosa de un año. No pasa una semana, decir día sería excesivo, sin que me acuerde de tus cartas; que, aunque no fueran dirigidas a mí, leía asiduamente. Y ahora sabiendo que tú te marchas a la capital británica indefinidamente, no puedo contener la tentación de dirigirme a ti mediante esta carta.

Las crónicas de tus días por aquellos parajes me resultaban, francamente, cautivadoras. Quizá por la lejanía de días a caballo a la que jamás he accedido, quizá por la cercanía a unos centros de pensamiento alejados de la excesiva pomposidad de París.

Si te soy franco estoy pensando en mudarme a Viena. Parece una locura, pero mi hermano Friedrich me hospedaría allí hasta que encontrara un domicilio propio. Aunque aun no estoy muy seguro de poder encontrar un medio para perpetrar mi existencia acostumbrada a los relativos lujos que puede gozar un profesor de filosofía aquí en Gante. Viena es cuna de un gran número mentes brillantes y receptáculo de un número mayor. Si a ello le añadimos que en Viena tampoco se tiene en demasiada estima a los belgas, puedo ser víctima de mi ambición y acabar, como bromea mi hermano, regentando un burdel con tintes aristocráticos y operísticos. Idea que tampoco me resulta desagradable, aunque prefiero disfrutar a las mujeres como regalo inesperado y no como certeza perentoria.

Mas te escribía para saber de ti y no para divagar sobre mi futuro. ¿Sigues escribiendo en privado? Sé que tenías en mente colaborar con el maestro Schinnel, y escribir para él los diálogos de una ópera que está componiendo. Espero que este proyecto siga adelante, no son pocos los diálogos que encuentro absurdos entre tanta opereta compuesta por legos musicales. No juzgues con dureza mis comentarios elitistas, sólo es la envidia de no poder acudir a Praga o Viena con tanta asiduidad.


Mientras se balancea y anuncia su próxima extinción la llama del candil que me acompaña, empiezo a imaginar tu contestación a la carta, que espero sea temprana. Suerte en tus aventuras por aquella a la que llamamos, pérfida, Albión.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sería el crujido de los neumáticos, o quizá la noche, más que la noche la imposibilidad de que fuera cualquier otro momento del día excepto la noche. El abrupto deslizarse del automóvil por aquel camino sin asfaltar, atravesando el polvo en suspensión y moviéndonos a espaldas de las casas que tenían ventanas apagadas de gente durmiendo. Esa gente que se dormía a las once para trabajar al día siguiente, esa gente que encontraba su realización en la jornada de ocho horas y una familia que apagaba su vida al encender la tele. Nos sentíamos guardianes de sus sueños, Morpheos, viviendo lo que ellos sólo anhelaban inconscientemente porque habían dejado de anhelar al tiempo que aprendieron a callar. Colándonos por las rendijas de sus contraventanas para desnudar su lívido, para crispar su aceptación muda de la realidad. Nosotros que mirábamos esas ventanas mientras nos comíamos a besos y nos desnudábamos del todo, anhelando el siguiente beso y el siguiente gemido. Nosotros que eramos los rey...
Doblar una esquina Sabios de todas las civilizaciones han debatido infructuosamente sobre el curioso fenómeno de doblar esquinas. Dos planos perpendiculares que forman una estructura tan rígida que ningún ser humano es capaz de alterar con sus propias manos, pero que hasta el más torpe es capaz de doblar. Pese a que lo habitual es doblarla andando, también se puede hacer corriendo, saltando, en bicicleta e, incluso, haciendo la croqueta.  Por lo que tengo entendido fue Periacóntodo, filosofo griego y panadero en su tiempo libre, el primero en identificar este fenómeno. Pese a ser ninguneado por sus coetáneos - a Zenón de Elea le pareció una idea absurda incluirlo en su libro de aporías - sus ideas han transcendido hasta la actualidad.  Fue desafortunado que Periacóntodo vivirá en la única aldea de Grecia menor en la que no se diferenciaban los conceptos de interior y exterior. Dicha particularidad supuso que fueran esquinas tanto el cruce exterior de los muros co...
Aquel lugar olía como un camión abandonado, o al menos eso era lo primero que se le venía a la cabeza al pensar en ese olor a húmedad, a cerrado, humo de tabaco, a sudor y a alguna otra cosa imposible de descubrir. Aunque le repgunaba el lugar no podía dejar de sentir esa suave atracción por ella cada vez que se agachaba y dejaba entrever lo que ocultaba su blusa. Lo había hecho ya varias veces, y cada vez, le daba más la sensación que lo hacía a propósito. Y no porque él le gustara, si no porque ella quería gustar. Era algo parecido a un tanteo de fuerzas, un " a ver hasta donde llego". La música seguía sonando, estallando contra las paredes que temblaban a cada beat . Era un sitio pequeño, oscuro y ruidoso. Pero aun así lograba concentrarse sólo en el pecho que ella movía desde sus hombros, y no en su cara que se perdía en una lluvia de luces multicolor que deslumbraban intermitentemente, y no permitían ver nada con claridad. Él se acerco. - Te invito a tomar un café - No -...