Me desperté, aun era de noche. Tarde en reaccionar y asociar el tener que abrir los ojos al poder saber en qué hora estaba viviendo. Abrí un ojo y vi que las luces rojas tan rectilíneas como siempre marcaban las 5:23. Mi brazo topó con otro brazo, un brazo inánime y dormido. Acabé de salir del sueño y recordé a la chica que había conocido la noche anterior, que pese a que no era especialmente guapa, tenía unas curvas que no se pueden rechazar tras meses y meses de solterío y sequía. No es que no se pudieran rechazar, tanto como que no puede evitar el intentar meterla debajo de mis sábanas. Esas sábanas medio enmohecidas que no cambiaba desde hacía meses, ya que el otro juego de sábanas se rasgó. Jugando con las sábanas me di cuenta de que no eran mis sábanas, de hecho mi tampoco mi reloj, mi reloj tenía luces verdes. Estaba en su casa. Seguía sin despertarme del todo. No había bebido mucho, no era que no recordara nada, sólo que aun se me entremezclaban los sueños y las costumbres.
Giré mi cabeza hacia su lado de la cama y encontré su pelo vertido sobre la almohada. Tuve el impulso de tocarlo, pero como mis extremidades aun no recibían ordenes de mi cerebro acerque los labios y la nariz. Desprendía un olor rancio, como de nevera en la que sólo hay una cebolla agonizante.
Me quedé un rato mirando al techo, sin pensar en nada. Sólo en el techo, viendo figuras derramadas de oscuridad, que cuando era pequeño me daba la sensación que avizoraban mis sueños. Ya no. Sólo eran trozos muertos de noche.
Busqué mi ropa a tientas y me escapé por el hueco de la ventana ( de una forma figurada, claro; salí por la puerta).
Giré mi cabeza hacia su lado de la cama y encontré su pelo vertido sobre la almohada. Tuve el impulso de tocarlo, pero como mis extremidades aun no recibían ordenes de mi cerebro acerque los labios y la nariz. Desprendía un olor rancio, como de nevera en la que sólo hay una cebolla agonizante.
Me quedé un rato mirando al techo, sin pensar en nada. Sólo en el techo, viendo figuras derramadas de oscuridad, que cuando era pequeño me daba la sensación que avizoraban mis sueños. Ya no. Sólo eran trozos muertos de noche.
Busqué mi ropa a tientas y me escapé por el hueco de la ventana ( de una forma figurada, claro; salí por la puerta).
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