Ir al contenido principal
Para mi mente levantina resultaba ridículo, casi insultante, un sitio que se llamara "playa" (Genève Plage) y que fuera un complejo con un par de piscinas y una orilla que daba al lago. Por si fuera poco, esta "playa" era un enorme terreno cubierto de césped (nada de grama) verde. Era otro tipo de veraneo, tan diferente al que estaba acostumbrado que perdía su propio nombre estacional a mi entender.
Estaba lleno de carteles, tan suizamente colocados, para indicar cualquier cosa. Se me antojaba especialmente cómico el cartel que indicaba los vestuarios, que decía "vestiaires", me sonaba a bestiario, catálogo de bestias oriundas. Pero es bien sabido que el país helvético las únicas bestias no humanas que se pasean por los lares son vacas. Ese gran icono del país de Heidi.

Me dejé caer en el césped (allá donde fueres haz lo que vieres) y me compré El País. Al leerlo pensaba que en ese mismo momento habría gente leyendo ese mismo artículo que no cae en la cuenta de que ese artículo está siendo leído en otro país. En mi periódico el precio está en francos suizos, y en otro lugar del mundo estará en dólares, yenes, rupias, pesos o cualquier otra moneda.
Me sentía conectado a mis otros veranos, en los que las playas saben a sal y arena, en los que no hay césped estilo campo de fútbol. Leía a Muñoz Molina, a Maruja Torres, a Manuel Vicent,... como tantas otras veces en latitudes más cálidas. Qué pequeño es el mundo, que vivo tan cerca estando tan lejos.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Un verano a tanta altura y tan cerca de Dios. Yo ayer retozaba por los canales de Amsterdam y de cuando en cuando me refrescaba con ese agua empozada y de color y textura nada agradable
Francisca Anfossi ha dicho que…
Que agradable aventura es estar lejos de tu país, refrescante y a la vez triste, no sñe que razones te tienen tan lejos pero las que sean vale la pena vivir en las europas por un tiempo.

Saludos y lindo blog!
clara ha dicho que…
Es fuerte la melancolía del verano mediterráneo, mejor les preguntas a los suizos si es que hacen algo para divertirse, aqui se alquilan canoas, bicis... y puedes ir por lugares preciosos.
Igual allá te enseñan a escalar las montañas (puede ser útil).Yo conozco a un suizo que se vino a vivir a España para poder leer a Borges (y no tomó ningún avión).
Y para Bestiario yo recomendaría el de Cortázar!
vanya ha dicho que…
Hombre Kike, a quién se le ocurre, ir la playa en Suiza!!!

No me dirás que también has intentado comer una paella?
vanya ha dicho que…
Jeje... Pues por tierras vikingas, ya ves que bien. Tanto que estas semanas apenas tengo tiempo para escribir. Espero que tu largo silencio halla sido por algo parecido.
Pau ha dicho que…
Bueno, piensa que en unos meses podrás leer periódicos en castellano (o al menos algo parecido al castellano) y para ello no tendrás que buscar en el estante de "prensa internacional"...

Estoy griposo, a eso se debe mi abceso de hijoputez sórdida.

Take care.

Entradas populares de este blog

Sería el crujido de los neumáticos, o quizá la noche, más que la noche la imposibilidad de que fuera cualquier otro momento del día excepto la noche. El abrupto deslizarse del automóvil por aquel camino sin asfaltar, atravesando el polvo en suspensión y moviéndonos a espaldas de las casas que tenían ventanas apagadas de gente durmiendo. Esa gente que se dormía a las once para trabajar al día siguiente, esa gente que encontraba su realización en la jornada de ocho horas y una familia que apagaba su vida al encender la tele. Nos sentíamos guardianes de sus sueños, Morpheos, viviendo lo que ellos sólo anhelaban inconscientemente porque habían dejado de anhelar al tiempo que aprendieron a callar. Colándonos por las rendijas de sus contraventanas para desnudar su lívido, para crispar su aceptación muda de la realidad. Nosotros que mirábamos esas ventanas mientras nos comíamos a besos y nos desnudábamos del todo, anhelando el siguiente beso y el siguiente gemido. Nosotros que eramos los rey
Aquel lugar olía como un camión abandonado, o al menos eso era lo primero que se le venía a la cabeza al pensar en ese olor a húmedad, a cerrado, humo de tabaco, a sudor y a alguna otra cosa imposible de descubrir. Aunque le repgunaba el lugar no podía dejar de sentir esa suave atracción por ella cada vez que se agachaba y dejaba entrever lo que ocultaba su blusa. Lo había hecho ya varias veces, y cada vez, le daba más la sensación que lo hacía a propósito. Y no porque él le gustara, si no porque ella quería gustar. Era algo parecido a un tanteo de fuerzas, un " a ver hasta donde llego". La música seguía sonando, estallando contra las paredes que temblaban a cada beat . Era un sitio pequeño, oscuro y ruidoso. Pero aun así lograba concentrarse sólo en el pecho que ella movía desde sus hombros, y no en su cara que se perdía en una lluvia de luces multicolor que deslumbraban intermitentemente, y no permitían ver nada con claridad. Él se acerco. - Te invito a tomar un café - No -
El retorno del "lledai". Cierto es que he vuelto a España. Un par de comentarios, en el post anterior, hechos en los últimos días me han recordado que tengo un blog ( varios, pero dejémonos de vanidades ); así que me dispongo a retomar esta tragicomedia que es el relato, sesgado, de mi vida. Es comprensible que para recomenzar tome como punto de inicio mi vuelta a España, sé que muchos estás impacientes de que relate con extremo detalle las aventuras más sucias que me hayan ocurrido por mis viajes europeos. No obstante, éstas os defraudarán ( me han defraudado incluso a mi) y las dejaré para siguientes posts. Mi regreso a la provincia carpetovetónica que figura en mi DNI, ha sido muy relajada. Me habían hablado mucho del síndrome post-erasmus, y todas sus malignas consecuencias, que van desde el apuntarse a una academia de español, para conocer más chiquitas extranjeras, al suicidio por inhalación de gas. Lo veo de un dramatismo exagerado, yo he vuelto y tanto mi cuerpo como