Para mi mente levantina resultaba ridículo, casi insultante, un sitio que se llamara "playa" (Genève Plage) y que fuera un complejo con un par de piscinas y una orilla que daba al lago. Por si fuera poco, esta "playa" era un enorme terreno cubierto de césped (nada de grama) verde. Era otro tipo de veraneo, tan diferente al que estaba acostumbrado que perdía su propio nombre estacional a mi entender.
Estaba lleno de carteles, tan suizamente colocados, para indicar cualquier cosa. Se me antojaba especialmente cómico el cartel que indicaba los vestuarios, que decía "vestiaires", me sonaba a bestiario, catálogo de bestias oriundas. Pero es bien sabido que el país helvético las únicas bestias no humanas que se pasean por los lares son vacas. Ese gran icono del país de Heidi.
Me dejé caer en el césped (allá donde fueres haz lo que vieres) y me compré El País. Al leerlo pensaba que en ese mismo momento habría gente leyendo ese mismo artículo que no cae en la cuenta de que ese artículo está siendo leído en otro país. En mi periódico el precio está en francos suizos, y en otro lugar del mundo estará en dólares, yenes, rupias, pesos o cualquier otra moneda.
Me sentía conectado a mis otros veranos, en los que las playas saben a sal y arena, en los que no hay césped estilo campo de fútbol. Leía a Muñoz Molina, a Maruja Torres, a Manuel Vicent,... como tantas otras veces en latitudes más cálidas. Qué pequeño es el mundo, que vivo tan cerca estando tan lejos.
Estaba lleno de carteles, tan suizamente colocados, para indicar cualquier cosa. Se me antojaba especialmente cómico el cartel que indicaba los vestuarios, que decía "vestiaires", me sonaba a bestiario, catálogo de bestias oriundas. Pero es bien sabido que el país helvético las únicas bestias no humanas que se pasean por los lares son vacas. Ese gran icono del país de Heidi.
Me dejé caer en el césped (allá donde fueres haz lo que vieres) y me compré El País. Al leerlo pensaba que en ese mismo momento habría gente leyendo ese mismo artículo que no cae en la cuenta de que ese artículo está siendo leído en otro país. En mi periódico el precio está en francos suizos, y en otro lugar del mundo estará en dólares, yenes, rupias, pesos o cualquier otra moneda.
Me sentía conectado a mis otros veranos, en los que las playas saben a sal y arena, en los que no hay césped estilo campo de fútbol. Leía a Muñoz Molina, a Maruja Torres, a Manuel Vicent,... como tantas otras veces en latitudes más cálidas. Qué pequeño es el mundo, que vivo tan cerca estando tan lejos.
Comentarios
Saludos y lindo blog!
Igual allá te enseñan a escalar las montañas (puede ser útil).Yo conozco a un suizo que se vino a vivir a España para poder leer a Borges (y no tomó ningún avión).
Y para Bestiario yo recomendaría el de Cortázar!
No me dirás que también has intentado comer una paella?
Estoy griposo, a eso se debe mi abceso de hijoputez sórdida.
Take care.