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Cuando te vas...

Cuando vayas siguiendo el atardecer acuérdate de mí, cuando te emociones al ver una gota caer sobre el suelo verde acuérdate de mí.
¿Seguirás los rayos rojos del sol del amanercer de mi ventana? Por lo menos dime que te acordarás de ellos. De que en algún lugar que aún desconoces también se estará poniendo el sol, o saliendo, o las estrellas cubrirán un cielo paralelo; y de que alguien también se estará emocionando escuchando alguna canción que le traiga recuerdos enquistados en la melodía.
De que se te echa de menos cuando aún no te has ido. Es más, que nunca te fuiste, porque nunca viniste, pero aún así te echo de menos. Echo de menos tus abrazos, alguna lágrima, muchas sonrisas, ... y eso que jamás las he visto...
¿ Y qué haré cuando llueva? Ahora mirar a mi ventana solo me recuerda a ti. Y otra vez esa lluvia humedeciendo las hojas de los árboles, inundando el aire de un olor a melancolía,... Resonando en los tejados de las casas, adormeciéndome en tu recuerdo. Cuando tantas cosas llevan a la misma, solo te puedes dejar llevar; y dejándome llevar, apareces envuelta en un manto blanco suave en mis brazos, y yo te llevo a dormir, y te acuesto, y un beso en la frente es mi despedida para otro día que acaba.

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Aquel lugar olía como un camión abandonado, o al menos eso era lo primero que se le venía a la cabeza al pensar en ese olor a húmedad, a cerrado, humo de tabaco, a sudor y a alguna otra cosa imposible de descubrir. Aunque le repgunaba el lugar no podía dejar de sentir esa suave atracción por ella cada vez que se agachaba y dejaba entrever lo que ocultaba su blusa. Lo había hecho ya varias veces, y cada vez, le daba más la sensación que lo hacía a propósito. Y no porque él le gustara, si no porque ella quería gustar. Era algo parecido a un tanteo de fuerzas, un " a ver hasta donde llego". La música seguía sonando, estallando contra las paredes que temblaban a cada beat . Era un sitio pequeño, oscuro y ruidoso. Pero aun así lograba concentrarse sólo en el pecho que ella movía desde sus hombros, y no en su cara que se perdía en una lluvia de luces multicolor que deslumbraban intermitentemente, y no permitían ver nada con claridad. Él se acerco. - Te invito a tomar un café - No -...
Insomnio devengado de los días que llegarán, que serán inmediatos a mi partida. Que serán los portales de mi viaje al otro lado del océano. Del viaje que no es viaje, si no emigración, porque lo dicen las autoridades, porque lo dice el visado, porque pone Residente Temporal en Chile. Porque me muero de miedo. Porque no sé qué voy a encontrar, pero como siempre tengo la dulce sensación narcótica de que allá encontraré a mi ideal de mujer etérea e ilustrada; como si no hubiese aprendido aun que es mentira. Miedo, también, porque no sé qué voy a hacer con mis días, si podré ayudar, si daré la talla, si no me vendré abajo. Se anda cancerando el alma de vacío, ya sin sentimientos, ni ganas de escribir, ni ganas de nada. Sólo un miedo, que ni siquiera es miedo, que es tensión y desconocimiento. Pero nada más. ¿Irá con los años?