Ir al contenido principal
Hay que ver... ¡qué cosas!

Acudiendo de nuevo a esos grandes acontecimientos que me sirve la Naturaleza humana, quería comentaros un par de cosas que he visto estos días y que por menos me han parecido curiosas.
La primera de ellas sucedí hará casi una semana. Yo estaba esperando a unos amigos a lado de un portal. Hasta ahí todo era normal. De pronto una señora aparece doblando la esquina y se enfila hacia el portal a cuya vera yo me situaba. La señora aprieta el botón del telefonillo, y por el altavoz se oye: ¿ si ? . Y la señora dice : ¿ si ? . Le abren la puerta y sube. Obviamente yo me quede completamente "shockeado", ¿era acaso la contraseña secreta de un piso franco del CNI? El "si" de la señora, ¿era una pregunta o una respuesta? ¿Y si hubiese sido un ladrón? ¿ Eran en aquel hogar gente muy positiva? . Me recordó a una broma que de vez en cuando cuenta mi hermano, viene a ser algo así: *llamada al telefonillo* -¿Quién? -Yo - ¿Yo? Imposible.
Roza el subrealismo.

La otra es el "asfaltado" que están haciendo en mi calle. Desde hace varios años hasta hace una semana mi calle se caracterizaba por tener unos baches considerables, y si querías conservar tus amortiguadores debías ir esquivandolos como si fueran minas anti-carro. El corto pero intenso trayecto por mi calle vendría a ser un "pim-pam-pim..." Hace dos días llegaron unos hombres, con un camión y una mini-apisonadora y taparon los agujeros. Claro, que lo hicieron con gran celeridad y se ve que con bastante poco empeño, porque donde antes habían agujeros ahora hay monticulos. En vez de ser "pim-pam-pim..." es un "pam-pim-pam..." . En fin... que obviamente está mejor, pero ya podían haberse esforzado. Y lo mejor de todo es que yo creo que en una semana ya no queda alquitrán en los agujeros, porque ya hicieron una vez algo similar y como lo echan como si escanciaran sidra pues luego se sale.
Grandes misterios... sí señor.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sería el crujido de los neumáticos, o quizá la noche, más que la noche la imposibilidad de que fuera cualquier otro momento del día excepto la noche. El abrupto deslizarse del automóvil por aquel camino sin asfaltar, atravesando el polvo en suspensión y moviéndonos a espaldas de las casas que tenían ventanas apagadas de gente durmiendo. Esa gente que se dormía a las once para trabajar al día siguiente, esa gente que encontraba su realización en la jornada de ocho horas y una familia que apagaba su vida al encender la tele. Nos sentíamos guardianes de sus sueños, Morpheos, viviendo lo que ellos sólo anhelaban inconscientemente porque habían dejado de anhelar al tiempo que aprendieron a callar. Colándonos por las rendijas de sus contraventanas para desnudar su lívido, para crispar su aceptación muda de la realidad. Nosotros que mirábamos esas ventanas mientras nos comíamos a besos y nos desnudábamos del todo, anhelando el siguiente beso y el siguiente gemido. Nosotros que eramos los rey...
Aquel lugar olía como un camión abandonado, o al menos eso era lo primero que se le venía a la cabeza al pensar en ese olor a húmedad, a cerrado, humo de tabaco, a sudor y a alguna otra cosa imposible de descubrir. Aunque le repgunaba el lugar no podía dejar de sentir esa suave atracción por ella cada vez que se agachaba y dejaba entrever lo que ocultaba su blusa. Lo había hecho ya varias veces, y cada vez, le daba más la sensación que lo hacía a propósito. Y no porque él le gustara, si no porque ella quería gustar. Era algo parecido a un tanteo de fuerzas, un " a ver hasta donde llego". La música seguía sonando, estallando contra las paredes que temblaban a cada beat . Era un sitio pequeño, oscuro y ruidoso. Pero aun así lograba concentrarse sólo en el pecho que ella movía desde sus hombros, y no en su cara que se perdía en una lluvia de luces multicolor que deslumbraban intermitentemente, y no permitían ver nada con claridad. Él se acerco. - Te invito a tomar un café - No -...
Insomnio devengado de los días que llegarán, que serán inmediatos a mi partida. Que serán los portales de mi viaje al otro lado del océano. Del viaje que no es viaje, si no emigración, porque lo dicen las autoridades, porque lo dice el visado, porque pone Residente Temporal en Chile. Porque me muero de miedo. Porque no sé qué voy a encontrar, pero como siempre tengo la dulce sensación narcótica de que allá encontraré a mi ideal de mujer etérea e ilustrada; como si no hubiese aprendido aun que es mentira. Miedo, también, porque no sé qué voy a hacer con mis días, si podré ayudar, si daré la talla, si no me vendré abajo. Se anda cancerando el alma de vacío, ya sin sentimientos, ni ganas de escribir, ni ganas de nada. Sólo un miedo, que ni siquiera es miedo, que es tensión y desconocimiento. Pero nada más. ¿Irá con los años?