Caminaba sin destino, como cuando buscas algo y no sabes exáctamente qué es. Deslizando la mano sobre la barandilla, sin llegar a tocarla más que en choques fortuitos.
El cielo era gris, como casi cualquier día en ese país. Pero se sentía cómodo en esa meteorología, le agobiaba el sol y su felicidad aparente. Los días grises tenían, paradójicamente, muchos más matices.
Llegados a este punto el tema es pegarle una patada al protagonista y tirarlo por la barandilla del Támesis, seguro que ya imaginabáis que era Londres. ¿ Por qué? No hay "porque"s la mayoría de las veces, así que en este caso tampoco. Quizá sea suficiente el decir que estoy en Sin títulos, y que en Días sin horas ya he escrito esta semana en exceso. Así que el protagonista se ahoga y se muere. ¡Ah! Se siente, soy como Benigni, primero hago que te encariñes con el personaje y luego lo mato. Es algo muy cruel, ese Benigni es un poco cabroncete; le deberíamos tirar al río o hacer que lea más a Bukowski. El "buenos días princesa" quedaría mucho más original en una cama tibia de vómito y regurgitaciones no planeadas, sudor y sangre. Olor a rancio, a cebolla putrefacta, a colillas apagadas sobre el algodón de calidad infame. Oliendo a muerte por todas partes, porque sólo es ella la que te rodea y te flirtea. Cólera, negación,...
Sábanas miasmáticas. Joder princesa, cómo huele a tí.
El cielo era gris, como casi cualquier día en ese país. Pero se sentía cómodo en esa meteorología, le agobiaba el sol y su felicidad aparente. Los días grises tenían, paradójicamente, muchos más matices.
Llegados a este punto el tema es pegarle una patada al protagonista y tirarlo por la barandilla del Támesis, seguro que ya imaginabáis que era Londres. ¿ Por qué? No hay "porque"s la mayoría de las veces, así que en este caso tampoco. Quizá sea suficiente el decir que estoy en Sin títulos, y que en Días sin horas ya he escrito esta semana en exceso. Así que el protagonista se ahoga y se muere. ¡Ah! Se siente, soy como Benigni, primero hago que te encariñes con el personaje y luego lo mato. Es algo muy cruel, ese Benigni es un poco cabroncete; le deberíamos tirar al río o hacer que lea más a Bukowski. El "buenos días princesa" quedaría mucho más original en una cama tibia de vómito y regurgitaciones no planeadas, sudor y sangre. Olor a rancio, a cebolla putrefacta, a colillas apagadas sobre el algodón de calidad infame. Oliendo a muerte por todas partes, porque sólo es ella la que te rodea y te flirtea. Cólera, negación,...
Sábanas miasmáticas. Joder princesa, cómo huele a tí.
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