Ir al contenido principal
La historia de alicia


Pocos saben que en los albores de mi existencia yo no era Kike. Me explico. Cuando yo era sólo un nasciturus el ginecólogo de mi progenitora afirmaba con rotundidad que aquello que era feto, y que más tarde sería una persona con brazos, piernas y demás accesorios, sería una bellísima y cándida fémina. Es decir que Kike en aquellos momentos estaba desprovisto de su virilidad.
Con aquella información, mis padres tenían en la cabeza que yo sería una linda muchachita, así que me llamaría Alicia o Ana ( a que me pega).
Claro menuda sorpresa sería si en el parto apareciera yo con dos cordones umbilicales. Bueno, la cosa es que por alguna razón fueron a otro ginecólogo, que además de ser ginecólogo era más marica que un palomo cojo, tras una ecografía dijo: " que a su ginecólogo Santa Catalina le conserve le vista, porque este niño se podrá ganar la vida con esa chufa". Ni que decir tiene que el tipo acerto sólo en parte, ya que aunque sí que tengo un instrumento másculino, dista mucho de poder obtener beneficio alguno con él; aun no lo he probado, pero la competencia está chunga. Con esto se acaba la historia de Alicia o Ana, o como quisieran llamarme.
Besos. Alicia.

Comentarios

sulaco ha dicho que…
Esta la deberías haber publicado en tu otra bitácora. Una historia buenísima. Con el pelo largo el año pasado parecías una Josefa o Pepa para los amigos.
Quique ha dicho que…
Paso, la lee demasiada gente...

Entradas populares de este blog

Sería el crujido de los neumáticos, o quizá la noche, más que la noche la imposibilidad de que fuera cualquier otro momento del día excepto la noche. El abrupto deslizarse del automóvil por aquel camino sin asfaltar, atravesando el polvo en suspensión y moviéndonos a espaldas de las casas que tenían ventanas apagadas de gente durmiendo. Esa gente que se dormía a las once para trabajar al día siguiente, esa gente que encontraba su realización en la jornada de ocho horas y una familia que apagaba su vida al encender la tele. Nos sentíamos guardianes de sus sueños, Morpheos, viviendo lo que ellos sólo anhelaban inconscientemente porque habían dejado de anhelar al tiempo que aprendieron a callar. Colándonos por las rendijas de sus contraventanas para desnudar su lívido, para crispar su aceptación muda de la realidad. Nosotros que mirábamos esas ventanas mientras nos comíamos a besos y nos desnudábamos del todo, anhelando el siguiente beso y el siguiente gemido. Nosotros que eramos los rey
Aquel lugar olía como un camión abandonado, o al menos eso era lo primero que se le venía a la cabeza al pensar en ese olor a húmedad, a cerrado, humo de tabaco, a sudor y a alguna otra cosa imposible de descubrir. Aunque le repgunaba el lugar no podía dejar de sentir esa suave atracción por ella cada vez que se agachaba y dejaba entrever lo que ocultaba su blusa. Lo había hecho ya varias veces, y cada vez, le daba más la sensación que lo hacía a propósito. Y no porque él le gustara, si no porque ella quería gustar. Era algo parecido a un tanteo de fuerzas, un " a ver hasta donde llego". La música seguía sonando, estallando contra las paredes que temblaban a cada beat . Era un sitio pequeño, oscuro y ruidoso. Pero aun así lograba concentrarse sólo en el pecho que ella movía desde sus hombros, y no en su cara que se perdía en una lluvia de luces multicolor que deslumbraban intermitentemente, y no permitían ver nada con claridad. Él se acerco. - Te invito a tomar un café - No -
El retorno del "lledai". Cierto es que he vuelto a España. Un par de comentarios, en el post anterior, hechos en los últimos días me han recordado que tengo un blog ( varios, pero dejémonos de vanidades ); así que me dispongo a retomar esta tragicomedia que es el relato, sesgado, de mi vida. Es comprensible que para recomenzar tome como punto de inicio mi vuelta a España, sé que muchos estás impacientes de que relate con extremo detalle las aventuras más sucias que me hayan ocurrido por mis viajes europeos. No obstante, éstas os defraudarán ( me han defraudado incluso a mi) y las dejaré para siguientes posts. Mi regreso a la provincia carpetovetónica que figura en mi DNI, ha sido muy relajada. Me habían hablado mucho del síndrome post-erasmus, y todas sus malignas consecuencias, que van desde el apuntarse a una academia de español, para conocer más chiquitas extranjeras, al suicidio por inhalación de gas. Lo veo de un dramatismo exagerado, yo he vuelto y tanto mi cuerpo como