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Desde la facultad con amor

Me he dado cuenta de que todo lo que escribo tiene cierto tono triste o serio. Así que he decidido escribir algo más ameno. La verdad es que me había propuesto tal objetivo pero no tenía ni idea sobre lo que quería hablar. Hasta que en la sala de ordenadores de la facultad ( en la que ahora me encuentro) me ha venido la idea. La cosa ha sido en el momento en el que caducaba mi sesión en el ordenador. Me he acordado del gran invento de los informáticos de mi facultad. Vamos a ver, la cosa es complicada, para reservar tienes que hacerlo con antelación y de hora en hora. La cosa tiene cierta gracia, porque reservas de hora en hora ( ej: de 5 a 6 y de 6 a 7) y te toca para cada hora un ordenador distinto. Así que a las 6 todo el mundo se levanta y como si del juego de las sillas se tratase todos nos dirigimos raudos a nuestras nuevas posiciones. La escena es ciertamente graciosa, unos que se levantan, otros que intentan( infructuosamente ) grabar el archivo que llevan una hora trabajando ye intentan cerrar (también infructuosamente) la ventanita que pone: Su sesión ha finalizado.
Tambien me hace gracia, por no decir que me avergüenza, que si tu vas a las 17:15 por ejemplo por que no tienes clase o por lo que sea y quieres un ordenador no puedes conseguir uno hasta las 6 ( previa reserva claro). Recuerdo que un día, infeliz de mi, llegué una hora antes a una de mis clases de tarde, me acerque al aula de ordenadores y pregunté con rostro angelical y tono de desesperación, si podía utilizar un ordenador. Un no, salido del alma y remojado en sadismo, del responsable del aula, hundia mis esperanzas de no aburrirme en la siguiente hora. La causa, si no tienes reserva no puedes y además los ordenadores funcionan abriendo sesiones cada hora. Meses más tarde ( hace tres semanas) descubrí que de facto si abrias( sin reserva previa y sin preguntar a nadie) una sesión en un ordenador pasada la hora en punto... también iba!!! te daba hasta la siguiente hora en punto ( no todo podía ser perfecto). Así que ahora recuerdo a aquel desaprensivo funcionario que acabo con mi ilusión aquella tarde. Moraleja, cuando se trata de funcionarios, no preguntes y si puedes pasa de ellos, y ... vuelva usted mañana!!!

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