El retorno del "lledai".
Cierto es que he vuelto a España. Un par de comentarios, en el post anterior, hechos en los últimos días me han recordado que tengo un blog ( varios, pero dejémonos de vanidades ); así que me dispongo a retomar esta tragicomedia que es el relato, sesgado, de mi vida.
Es comprensible que para recomenzar tome como punto de inicio mi vuelta a España, sé que muchos estás impacientes de que relate con extremo detalle las aventuras más sucias que me hayan ocurrido por mis viajes europeos. No obstante, éstas os defraudarán ( me han defraudado incluso a mi) y las dejaré para siguientes posts.
Mi regreso a la provincia carpetovetónica que figura en mi DNI, ha sido muy relajada. Me habían hablado mucho del síndrome post-erasmus, y todas sus malignas consecuencias, que van desde el apuntarse a una academia de español, para conocer más chiquitas extranjeras, al suicidio por inhalación de gas. Lo veo de un dramatismo exagerado, yo he vuelto y tanto mi cuerpo como mi mente nos hemos acostumbrado con pasmosa prontitud a los bocadillos de calamares, a la paella de marisco y demás manjares ignorados por los bárbaros del Norte. Sol, playa y marisco vendría a ser lo que representa, ésta, la tierra que piso. También tengo que admitir que mi reencuentro con tribus urbanas que, sin exagerar, me sacan de mis casillas; me ha recordado las calles danesas limpias de maquineros, horteras, y demás gente de la farandula hispana. ¿Qué le vamos a hacer? He sido compensado por otra parte con féminas que se contonean a mis alrededores y que si les miras, te miran y sonríen ( cambio cualitativo en mi vida vanido-emocional). No es por ir de sobrado ( aunque sí), pero el otro día unas chiquillas de unos 17 años me pararon para hacerse una foto conmigo, que decían que era muy guapo. Obviamente, yo, lejos de ser un gigoló, soy bastante tímido y nerviosillo, no sabía que decir y seguro que me puse rojo. Pero vamos, una de estas cosas que te suben la moral; he llegado a pensar que fueron mis padres que me quieren mucho, y convencieron a las niñas para que me dijeran cosas bonitas, y así, me sintiera mejor en casa.
Bueno, básicamente éste ha sido mi aterrizaje en la costa levantina, en la ciudad de las naranjas. Seguiré narrando mi aterrizaje y mis aventuras europeas.
Os quiere.
Cierto es que he vuelto a España. Un par de comentarios, en el post anterior, hechos en los últimos días me han recordado que tengo un blog ( varios, pero dejémonos de vanidades ); así que me dispongo a retomar esta tragicomedia que es el relato, sesgado, de mi vida.
Es comprensible que para recomenzar tome como punto de inicio mi vuelta a España, sé que muchos estás impacientes de que relate con extremo detalle las aventuras más sucias que me hayan ocurrido por mis viajes europeos. No obstante, éstas os defraudarán ( me han defraudado incluso a mi) y las dejaré para siguientes posts.
Mi regreso a la provincia carpetovetónica que figura en mi DNI, ha sido muy relajada. Me habían hablado mucho del síndrome post-erasmus, y todas sus malignas consecuencias, que van desde el apuntarse a una academia de español, para conocer más chiquitas extranjeras, al suicidio por inhalación de gas. Lo veo de un dramatismo exagerado, yo he vuelto y tanto mi cuerpo como mi mente nos hemos acostumbrado con pasmosa prontitud a los bocadillos de calamares, a la paella de marisco y demás manjares ignorados por los bárbaros del Norte. Sol, playa y marisco vendría a ser lo que representa, ésta, la tierra que piso. También tengo que admitir que mi reencuentro con tribus urbanas que, sin exagerar, me sacan de mis casillas; me ha recordado las calles danesas limpias de maquineros, horteras, y demás gente de la farandula hispana. ¿Qué le vamos a hacer? He sido compensado por otra parte con féminas que se contonean a mis alrededores y que si les miras, te miran y sonríen ( cambio cualitativo en mi vida vanido-emocional). No es por ir de sobrado ( aunque sí), pero el otro día unas chiquillas de unos 17 años me pararon para hacerse una foto conmigo, que decían que era muy guapo. Obviamente, yo, lejos de ser un gigoló, soy bastante tímido y nerviosillo, no sabía que decir y seguro que me puse rojo. Pero vamos, una de estas cosas que te suben la moral; he llegado a pensar que fueron mis padres que me quieren mucho, y convencieron a las niñas para que me dijeran cosas bonitas, y así, me sintiera mejor en casa.
Bueno, básicamente éste ha sido mi aterrizaje en la costa levantina, en la ciudad de las naranjas. Seguiré narrando mi aterrizaje y mis aventuras europeas.
Os quiere.
Comentarios
Déjate de trolas y cuenta todas las cosas sucias que han pasado por ahí. La parte turística es supérflua, céntrate en el tema.
Yeyeyeyey!!