Me desperté, aun era de noche. Tarde en reaccionar y asociar el tener que abrir los ojos al poder saber en qué hora estaba viviendo. Abrí un ojo y vi que las luces rojas tan rectilíneas como siempre marcaban las 5:23. Mi brazo topó con otro brazo, un brazo inánime y dormido. Acabé de salir del sueño y recordé a la chica que había conocido la noche anterior, que pese a que no era especialmente guapa, tenía unas curvas que no se pueden rechazar tras meses y meses de solterío y sequía. No es que no se pudieran rechazar, tanto como que no puede evitar el intentar meterla debajo de mis sábanas. Esas sábanas medio enmohecidas que no cambiaba desde hacía meses, ya que el otro juego de sábanas se rasgó. Jugando con las sábanas me di cuenta de que no eran mis sábanas, de hecho mi tampoco mi reloj, mi reloj tenía luces verdes. Estaba en su casa. Seguía sin despertarme del todo. No había bebido mucho, no era que no recordara nada, sólo que aun se me entremezclaban los sueños y las costumbres. Gi...
Cuaderno de filosofía de un manatí.