En el día de ayer, en mitad de una apoplejía nostálgica, me dio por buscar fotos de Aarhus, la ciudad donde estuve viviendo un año como erasmus. Bueno, lo primero para buscar alguna cosa es preguntarle a Google, pero como al fin y al cabo siempre te saca mil páginas antes de encontrar algo que merezca la pena me decidí por otro camino: la web del garito a donde íbamos todos los estudiantes.
A qué mala hora decidí hacerlo, me perdí en la vorágine virtual de cientos de diosas nórdicas en poses más que sugestivas. Y en medio de este colapso nervioso de la zona más meridional de mi alma encontré un par de fotos que salía un servidor, en medio de otra vorágine más física. Nada revelador, esperaba encontrar a alguna de aquellas aves de paso que depositaron su confianza en mi. Pero nada más lejos que un par de simples fotos de mi cuerpo serrano moviéndose al ritmo frenético del dance más comercial. Con la post-depresión post-erasmus me fui a la cama. Quién fuera naranja roja.
A qué mala hora decidí hacerlo, me perdí en la vorágine virtual de cientos de diosas nórdicas en poses más que sugestivas. Y en medio de este colapso nervioso de la zona más meridional de mi alma encontré un par de fotos que salía un servidor, en medio de otra vorágine más física. Nada revelador, esperaba encontrar a alguna de aquellas aves de paso que depositaron su confianza en mi. Pero nada más lejos que un par de simples fotos de mi cuerpo serrano moviéndose al ritmo frenético del dance más comercial. Con la post-depresión post-erasmus me fui a la cama. Quién fuera naranja roja.
Comentarios
Creo que va siendo hora que vuelvas a salir del país y bendigas el mundo exterior con tu presencia. Lo echas de menos. Escuchar idiomas extraños, ver puestas de sol imposibles, aterirte de fríos desconocidos y todas esas cosas que se dicen.