Te persigo entre mis sueños y mis pre-sueños; en esos momentos antes de que se me cierren los ojos y mi subconsciente se apodere de mi. Me rondas y me confundes, y me confundo yo mismo haciendo vanas ilusiones de infundadas esperanzas. Supongo que ya pasará, como la tormenta, pero esta llovizna que cala aunque no la notes me hunde. Quizás me arrebatas en momentos de debilidad, en los que te mezclas con idealizaciones y frustraciones pasadas. Inlcuso a veces pienso que sÃ, sà eres lo que busco, o quizás no... o quién sabe... No tengo más ganas de pensar en nada de eso, y olvidarme ya de sueños y de fantasmas, y volver a la tierra, y hacer un agujero para enterrar los pies y quedarme anclado al suelo. Cuando pase la tormenta ya sacaré los pies y me permitiré el volver a volar.
Sería el crujido de los neumáticos, o quizá la noche, más que la noche la imposibilidad de que fuera cualquier otro momento del día excepto la noche. El abrupto deslizarse del automóvil por aquel camino sin asfaltar, atravesando el polvo en suspensión y moviéndonos a espaldas de las casas que tenían ventanas apagadas de gente durmiendo. Esa gente que se dormía a las once para trabajar al día siguiente, esa gente que encontraba su realización en la jornada de ocho horas y una familia que apagaba su vida al encender la tele. Nos sentíamos guardianes de sus sueños, Morpheos, viviendo lo que ellos sólo anhelaban inconscientemente porque habían dejado de anhelar al tiempo que aprendieron a callar. Colándonos por las rendijas de sus contraventanas para desnudar su lívido, para crispar su aceptación muda de la realidad. Nosotros que mirábamos esas ventanas mientras nos comíamos a besos y nos desnudábamos del todo, anhelando el siguiente beso y el siguiente gemido. Nosotros que eramos los rey
Comentarios