
En nuestras salidas nocturas, que todo prometen y nada dan, suele darse la misma estructura siempre. Vamos a un sitio de sentarse y tomar algo; luego zanganeamos por los pubs en busca de muchachas inquietas y, cómo no, de dudosa moral; ante la falta de feedback decidimos recoger el campamento y mañana será otro día; y justo entre ese momento y el introducirse en el vehículo que nos llevará a casa hay un lapso de tiempo en el que las cosas se distorsionan ligeramente y se realizan una serie de cosas de las que nadie puede estar orgulloso ( actos vandálicos de poca monta, injurias a las autoridades, piropos a jovenzuelas de 47,...).
Aquella era una noche que frente al hunter-móvil se finiquitaban los ultimos resquicios etílicos de la noche intentando urdir un plan para extenderla lo más posible ( ya se sabe que cuanto más larga es la noche más posibilidades se tiene de encontrar la mujer de tu vida).
Por el horizonte se acerca un Mini Cooper, y a escasos metros una moto. Se acercan y se ponen paralelos al semáforo. A raíz de semejante visión, normal para los profanos, uno de nuestros contertulios tuvo la feliz idea de alardear de sus conocimientos en mecánica avanzada y gritar: !Eso es un sidecar! Yo lo he visto... lo lleva el perro de Sherlock Holmes.
Restallaron en el aire las malvadas sonrisillas de nosotros, malvados simpatizantes de aquellas gamberradas, y una mirada feroz del motorista hizo más bien un efecto nulo sobre nosotros.
Yo he investigado por mi parte y Sherlock holmes no llevaba un Sidecar. Yo creo que va a ser Basil el ratón Superdetective.
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